martes, 22 de diciembre de 2009

Arquitecturas imposibles

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A las cinco de la mañana de un día cualquiera de diciembre
tus pechos se despertarán prisioneros de mis besos.
Tu cuerpo amante, largo arco extendido
sinusoidal y llankanelo amanecerá
profundo de caricias y volcanes.

Muy temprano para tu acostumbrado es-tarde-debo-irme
a una hora indefinida de este día cualquiera de diciembre
la regia piel de tu contorno seguirá dilatada
en la exacta dimensión de los asombros.
Sin temblores ni penumbras, en quietudes laxas
mis manos de madera en tu cintura de laguna
serán torpes aprendices de horizonte
para las demasiadas lunas que nos pasen
desde las cinco de la mañana de ese lento día por diciembre.

Sucederán las horas de este día cualquiera
cuando el sol que nos tendamos haga que nos vuelen
en mil fuegos lenguas incendiarias penetrando las gargantas explorando subterráneas el ala de los pájaros
embriagando de amaneceres nuestros párpados.

A la hora cinco de la mañana de aquel día de diciembre
le sucederán longitud y latitudes en cantidades naturales
y luego otras horas y más horas
y distintas e incomprensibles dimensiones.
Para ese entonces, el fuego de los fuegos
en nuestros cuerpos presurosos, incansables
seguirá construyendo arquitecturas imposibles.
Los dedos continuarán sus laberintos misteriosos
desgarrando ropajes de urbanidades solemnes.
En esa mañana tan única ese día único de diciembre
libres de candados nuestras miradas
estarán haciendo de las tres paredes de la pieza
anteriormente solitarias, tenues montañas de aire
evanescentes latitudes de epitelios

Más tarde será más tarde
un hecho tan comprobable y evidente...
Habrá pasado la hora cinco en la mañana
de otro día caluroso y extenuante de diciembre.
Pero no tendrá importancia el tiempo y su transcurso
en esa mañana única, un día único de diciembre.

Lo marcarán indelebles nuestros cuerpos
penetrándose con tal profundidad....
aunque sean furiosas sus alas de caricias y vuelen
lánguidas latitudes de tibiezas nuestros mares de madera
y sean nuestras bocas únicas las únicas navegantes
en esos barcos de agua a las cinco de la mañana
de un individual día de diciembre.

Seremos los únicos en estar tan desnudos
pero tan desnudos, que gritaremos la pasión
llenos de coraje.
Prisioneros estarán en las esquinas inservibles de las casas
aquellos perros desquiciados que le aullaban boquiabiertos
a las suaves lunas desnudas de tus pechos.

Nuestros cuerpos serán tan livianos y evanescentes
que saltaran desvergonzadamente obscenos
el alféizar de todas las ventanas a las cinco de la mañana
de un día cualquiera de diciembre.

Más tarde será más tarde, hecho tan evidente...
Habrá pasado un día, ese único día
y sus cinco horas, y dejado de ser mañana
la mañana de ese día único de diciembre.
Pero no tendrá importancia el tiempo y su transcurso
porque lo marcarán indelebles nuestros cuerpos
aunque comience a ser pasado el presente de ese día
y la hora cinco de la mañana haya envejecido
el último día de diciembre.

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Maestro por equivocación, jubilado de la docencia pero no de los aprendizajes, escribidor de textos y poesías, escapador cuando puedo de las alienaciones del System, prisionero de los afectos, esclavo de la honestidad, temeroso usuario de la palabra, contestatario cuando puedo y a veces quiero, especialmente vinófilo de los Rojos de Perdriel, salvo cuando "el agua brota pura y cristalina de la madre tierra", vividor consuetudinario y con suertes extraordinarias. Creo que todavía estoy vivo.En la primavera del 2.010 se me murió la poesía junto con unos cuantos pedacitos de corazón. Pero he vuelto, "cantando al sol como las cigarras", a sobrevivirme.

Así como soy

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