sábado, 26 de septiembre de 2009

Credo inconcluso



Yo creo
en la longitud de tu sonrisa
cuando iluminás el amanecer
antes o durante o después
que nos entrelazamos los dedos
los ojos

las piernas
el viento en la mirada
pero más creo
en la altura de tus pezones
amamantando
la manifiesta locura
de una tarde de zonda


Yo no creo, pero para nada nada nada creo
que Dios haya inventado el Universo
y sin embargo creo
en la redondez perfecta de tu cadera

el pequeño ombligo, tus pechos de manzanas
y tu pelo que incendia mi cara
en esta tarde de verano


No sé cuánto valga la pena
la palabra profunda de un filósofo

recordar la morbosa superficialidad
de un diario amarillista

la estupidez norteamericana y genocida
y embriagarse con vino de chañar
de arroz o de uvas morenas
Pero de veras creo,
pero de veras creo

que esta noche me seguiré emborrachando
bebiendo solamente de tu boca de estrellas
y al amanecer creeré de nuevo
en el amanecer


viernes, 11 de septiembre de 2009

Cuerpo mendocino de mujer dorado por el sol del casi otoño

Fue tan natural el abrazarse profundo y recorrerse los cuerpos con las manos... un realismo mágico que los haría olvidarse de la pragmática realidad de los manifiestos fundacionales. Apretarse, fundirse, besarse, acariciarse las heridas y volverse a besar, envolvía la conciencia de haber estado a punto de perder la vida por una simple pintada. El simple, irracional instinto natal de supervivencia era ahora un goce consciente de estar sintiendo la vida. Sobre todo el médico, que hasta aquí había llevado la militancia creyendo posible una mendocina Revolución de los Claveles, sin pensar que las batallas idílicas por la libertad tendrían siempre como alternativa la presencia de una cadavérica, desprovista de emociones e invisible señora de negro esperando con su cuchilla afilada y siempre lista, para agarrarlos en un descuido. Como el de esta noche.
Lo que les está sucediendo, a ambos, ya había sido percibido bajo la piel desde aquel encuentro en el Madrid, en el beso francés robado antes de subirse al colectivo, pero ignorados a la fuerza por el exacto mandato de “la organización así lo establece como requisito normativo”. Militar había implicado contener ese tipo de emociones, tener siempre el corazón frío. Hasta ahora, en que la posibilidad de perder materialmente la vida, les ha hecho recobrar el espíritu que la sostiene.
La simple sensualidad de estas primeras caricias, libres de ataduras dogmáticas, los hace entrecruzarse las almas por las bocas sin decirse nada. Para qué hablar. Si una hora atrás habían muerto durante un segundo, infinito y definido, al terminar la pintada que creían intrascendente, cuando al abrirse la compuerta de goznes chirriosos aquel caño negro asomó desde la ventana tirándoles un tremendo ataúd encima.
Las calaveras de huesos tembleques e hilarantes que les habían franeleado el aliento, no eran las dibujadas por Sergio Sergi, sino por San Chumbo y a partir de esta noche, las calaveras y los ataúdes, siempre serían para él caricaturas morbosas de la risa de los árboles movidos por el viento. Muecas óseas y cínicas las carcajadas de la Parka, por más que le castañetearan falanges en corridos a San La Muerte en los exquisitos grabados de Guadalupe Posadas. Los inertes esqueletos de estudio, huesos hercúleos de músculos empuñando armas reales. No todo estaba perdido sin embargo. Las eficientes musculaturas que tipeaban esténciles, escondían pesados mimeógrafos, agitaban aerosoles para grafitear paredes, ahora eran inútiles para dominar los latigazos de ternura sensorial que los abarcaban. Manos y bocas de combatientes armados de papel y aerosoles, ahora se buscarían en los cuellos, en las caras, para dibujarse uno sobre el cuerpo del otro. Herramientas diferentes a las usadas en los panfletos o los muros, los dedos dejaían de ser torpes y ásperos arrojando petardos, empuñando armas de juguete. Las piernas, relajadas de la tensión muscular de la reciente corrida, se abandonarían unas sobra las otras explorándose en una búsqueda más trascendente que la ruta de escape planificada.
Sólo se vive una vez, agente Sanches, diría la caricatura local del James de la película, y en este filme real que acaban de protagonizar, habiendo quemado una y no sabiendo si tendrían otra, creyendo o no en Dios, él o María, alguno de los dos se haría devoto del primer santo que figurase en el almanaque de la juventud peronista, en cuyo calendario el 26 de julio señalaba en rojo a Santa Evita. Y si no católicos, mahometanos o budistas, todos los caminos conducirían a su Katmandhou sensorial, porque están emergiendo nuevos en cada caricia, limpios del barro fangoso de la muerte, respirando agitados por otras urgencias.
Una arquitectura química ha transformado el terrorífico frío reciente en cálidas, sofocantes, esperanzadoras oleadas sensoriales, a pesar de la ropa que los separa. Un corte de manga será dado, por hoy al menos, a la muerte asomada en el postigón metálico, a la desidia paralizante que buscó truequearles pintadas por cadáveres, y trasmutar el terror sensorial, en amor sensual; eternidad en el fuego de un beso, antes que efímera llama en la boca de un arma; profundidad en los labios , más que en el contenido de un panfleto; sus manos y caricias, más que en armas y disparos.
Pero aún faltaría mucho para valorar en plenitud ese instante. Aún la Patria nos seguiría reclamando muchas más veces, ofrecer la vida, la única propiedad de la que no éramos propietarios, por la libertad del pueblo, aunque después vinieran las pesadillas interrogando el pueblo donde está, el pueblo
María me aparta un poco para sacarse el pulóver que la está sofocando. Estallan chisporroteos como leña de retortuño, cuando yo hago lo mismo con mi cárdigan.
-Ey, qué fue eso.
- Estática, electricidad estática. La lana de tu pulóver debe tener mucho acrílico y al pasar por el pelo, las cargas se repelen estallando. Son diminutos arcos voltaicos… - afirma Juan Carlos Volta de Rana, 4° año del colegio secundario - y ahora, con lo que estamos haciendo, se provoca más carga, este... por frotamiento.
- Ah, entonces quiere decir que si... ¡AU!... duele.
- ¿Ves? pero es sólo el principio, una vez que se descarga, ya no saltan más.
- ¿En serio ?
- Seem.

Sin dejar de besarnos, comienzo a desprenderle los botones de la blusa.A la altura de sus pechos estoy indeciso. Imágenes de la corta relación platónica con aquella chica que quería llegar virgen al matrimonio a costa de mis dolores testiculares, se mezclan con las lenguas libertarias de Zabriskie Point, las neutras masas musculares, glándulas y patologías, el estudio de los centros neuronales del placer, la Esther Villar con Masther y Johnsons. De Julia, más vale que ni me acuerde, pero sí de la primera y maravillosa vez con Mariela y el exquisito, puro y juvenil sexo fallido con María De los Mares. De mi compañera de Orga, no puedo pensar nada porque encima de su avasallante belleza, “en esto te equivocás, y me vas a hacer equivocar a mí también”, por lo tanto, todavía siento temor al desconocer cuál será su reacción.
Es necesaria una teoría nueva, una praxis sobre la marcha, intuir las sensualidades hawaianas de Michener, a las que también la flaca parece querer despertar suave y continentemente. Sin embargo, me parece que todavía estamos demasiado atentos uno a la reacción del otro, quizás temiendo un “paremos aquí, que esto no está bien, acordate que la organización dice...”
- A la mierda con eso.
- Queem - se sobresalta María.
- Nada, estaba puteando a las normas de la organización.
- Ah, bueno.
A medida que nos sentimos más lejos de los fierros de hace un momento, y del aparato con sus reglas, y consignas memorizadas a fuego por seguridad, nos crece el deseo simultáneo, espontáneo y primitivo, de hacernos el amor. Nos volvemos a besar, ahora larga y muy apasionadamente. Nuestros labios ya no reciben chispas, sino que describen a Neruda.
Mientras ella me acaricia con suavidad, yo tomo sus pechos, pequeños, redondos, firmes, de pezones duros, para hacerles un masaje cardíaco, que Liotta envidiaría, y Barnard recomendaría para sus trasplantados. Desabrocha mi pantalón, me baja el cierre, mi pantalón se cae. Trato de hacer lo mismo con su vaquero, pero, detenido apenas más debajo de la cintura, (que no se me escape ninguna estupidez con las manzanas) va cediendo a tirones, a medida que las curvas lo van permitiendo, arrastrando con el tironeo su ropa interior.
La media desnudez en que nos encontramos, nos hace aparecer absurdamente ridículos. Ella, con su corpiño encima de los pechos; los pezones erectos bajo el alero del sostén y la panty a medio bajar junto con su vaquero. Yo, con mis pantalones arrugados en los pies, medias tres cuartos a media pierna, y un pene enhiesto y oscilante, asomando por la bragueta del calzoncillo, conforman una anti-erótica desnudez que nos avergüenza, y nos hace enrojecer más que la bandera del MRP-2
El cuerpo joven de un humano totalmente desnudo es bello, simplemente hermoso. No hay más que verlo en la quietud diurna de las estatuas griegas de las plazas y museos. Y tambien a los vivientes, aunque algunos no tengamos el número de oro en las proporciones, o estemos en el círculo sagrado de Da Vinci. Vestidos, somos convencionalmente atractivos, según lo sugieran las modas. A medio desvestir, como ahora el de María y el mío, resultan aún en la intimidad contextual, más bien, ridículos.
Reacciono apenas a tiempo para bien de la estética, la pasión y el amor que pienso se ha de venir diciendo voy a cerrar con llave, no quiero que la abuela se despierte y crea que somos chorros.
Me guardo la cosa dentro del calzoncillo, (se niega la cosa y me duele) arrastro los pantalones, cierro la puerta, abro la puerta, doy vuelta el cartel con el Padrino que dice cuidado con Paturuzú por las dudas de no sé qué, cierro la puerta, pongo la llave con doble vuelta, apago la luz, me saco los pantalones y me meto en la cama, donde ya me espera la flaca totalmente desnuda (¿en qué momento se desvistió entera?).
El farol de la media cuadra se cuela por un resquicio de la cortina, dándonos una media luz tanguera. Después de un momento de duda, tapados hasta las cejas, separados, rígidos, me termino de desvestir, y luego, ya ambos totalmente desnudos, nos abrazamos para tiritar juntos con las pieles de gallina, (¿no era que se salva la vida de un congelado cuando uno se desnuda y se acuesta al lado? ¿Ah no? ¿ No necesariamente? Aunque… a ver… a ver)
( Yo hubiera necesitado algún instructivo extra, releer algún texto orientador, pedir un break antes que el cuerpo de la flaca se duplicara en el mío, porque sus piernas se enredaron en las mías impidiéndome hacer otro movimiento que no fuese el que la naturaleza, desbordada de teorías me marcaba. Antes de darme cabal cuenta de lo que sucede, un largo suspiro entrecortado, despierta del ensueño a mi flaqui.)
- ¿Terminaste? ¿Ya terminaste?.
- Sí, sí, lo siento, pucha mayo, lamento, es que no pude...
- No, no, está bien. Todo está bien, pero no te salgás, quedate dentro mío, por favor.
Con una dulzura más propia de su femineidad que de su experiencia, ella me busca secretos, paciente en su urgencia, tratando de volver a despertarme cada parte del cuerpo con caricias suaves, besándome los párpados, las manos, cada uno de los dedos. Encadenándome a sus piernas para no desacoplarse, se coloca por encima mío, duplicando con el mío su cuerpo liviano y delicado. Así se queda un instante, mirándome profundo, inmóvil, con su espalda arqueada hacia arriba, apoyadas sus manos en los hombros, el pelo desordenado cayendo sobre su cara, ocultado su rostro por la penumbra.
Al llevarse con una de sus manos el pelo hacia atrás, sus ojos me miran con tan profunda intensidad, que, si solamente fuese esta vez, si nunca más tuviera la oportunidad de estar dentro del cuerpo de una mujer, habría bastado esta sola mirada de María para conocer la exquisitez de la femineidad sensual
Larga curva de femineidad / se insinúa con la clara luz de la mañana / Con el sol que nos deslumbra, estirás los brazos / para balancear el etéreo peso de tu cuerpo / / Acariciando esa eternidad sensual / apenas limitada por la sutiles líneas de tus formas / despertás hacia el deseo / Anudando tu espalda de barco a mi cintura de puerto / enlazo mis piernas, a la pasión marinera de tu barco // Boca de uvas maduras / digo apenas en mi habla empobrecida / por el vino de tu lengua / Aún así, pretendo ser poeta / embriagado por las rosas de tus formas / sintiendo tañer la música de tus piernas / / Antes náufragos, ahora navegantes en bajeles de seda y fantasía /ebrios de mar y sedientos de distancias /al fin hemos vuelto para encontrarnos
-¿Cuando escribiste eso?
- Antesdeanoche. Me había quedado mal por seguir recordando a Mariela mientras estoy con vos. Vos estabas muy dormida y yo no podía dormirme. Me senté en la cama y te miraba. Te miraba. No podía dejar de mirar la exquisitez de tu cuerpo, pero sobre todo, el mucho tiempo que ha pasado sin haber agradecido a la mujer infinita que sos. Pensaba también que he sido muy injusto con tu ternura, y tu paciencia, cada vez que me asomaba y asoma la locura. Sí, si. Yo lo sé. No te olvidés que soy médico, y que no sea un doctor de la mente, no me impide ser consciente de mi estado psíquico. También de mi estado afectivo. Entonces, mientras te acariciaba la espalda, me surgió de repente el volver a escribir un poema, cuando recordé aquella primera y única vez que hicimos el amor.

Aparece en sus ojos una leve sonrisa giocondina. Baja entonces para besarme el labio que ya no siento para nada hinchado. Cubre mi boca con la suya, su lengua me dibuja un mundo dentro de la mía. Sus manos me acarician aquí y allá, o me pellizcan, me contornean una y otra vez. Su boca son dedos, sus dedos son lenguas, su cuerpo un calor de verano en enero que acuna mi sexo dormido en movimientos tibios y cadenciosos.
Con todo el tiempo del mundo contenido entre sus dedos y su lengua, su búsqueda será una progresiva estimulación sensorial en la conquista del deseo, hasta que las frazadas molesten, las sábanas estén de más, y vuelva a sentir la primitiva sensualidad de la desnudez.
Puedo entonces devolver cada una de sus caricias y pellizcos y ser paciente, tal como me acaban de enseñar, recorriendo con mis manos la lenta longitud de sus brazos y sus piernas. Con mi lengua marcar la dimensión de su cuello. Recorrer con mis manos sus hombros toroidales, madurar con su calor sus pechos de manzanas del Tunuyán.
Se detiene mi boca sedienta a beber de sus pezones maternales. Salgo del desierto en busca de los oasis que rodean su ombligo. Me río infantil con sus cosquillas, recubro de ternuras las curvas de su cintura y su cadera, llego con timidez de explorador hasta los rebeldes pelillos de su sexo. Nuevamente conectados con tal exacta intensidad, somos uno sólo, ya expectantes, ahora rugientes, más tarde silenciosos o jadeantes.
En total armonías de cielo azul y lluvia fértil, tierra y árbol, sol y luna, agua y verde, se curvan dialécticamente las geografías de nuestros cuerpos convirtiéndose en arco y en arquera, continente y contenida, barca y navegante, mar y acantilado...

Cuanto más haga el amor, más haré la revolución, cuanto más haga la revolución más me gustará hacer el amor. Amantes del mundo unidos, obreros y estudiantes se abrazan en parís 1.968, y en este barrio de calles de tierra de la 4ª oeste 1.976. Hoy somos más sabios que Ho Chi Min, más revolucionarios que Mao Tse Tung, menos anárquicos que Trotzky, más claros que Perón, tan contundentes como John William Cooke, más lógicos que Marcuse, y tan dialécticos como Marx, pero si Evita viviera sería montonera, y luche luche luche, no deje de luchar, por un amor libre, liberado y popular.
¡Abajo la guerra ! ¡ ABAJO ! ¡ Arriba el amor ! ¡ ARRIBA ! ¡ María, PRESENTE ! ¡ Juan, PRESENTE! Hasta la victoria SIEMPRE CARAJO. Hasta la victoria BUENO QUÉ TANTO. Vamos a cambiar la dictadura del proletariado por el socialismo del amor, María te quiero, Flaco te quiero. Estalla la revolución en nuestro cuarto y en todo el mundo. Fuera los yanquis de Viet Nam, ¡fuera!. En París ’68, vive L’Revolución.¡vive! ¿En Puerta de Hierro?, no. ¿En Santa Clara?, sí. No fue posible en Bolivia, pero sí en la Sierra Maestra, también lo será en la casa de mi abuela. Creamos un nuevo idioma, revolucionando esta árida provincia del cullum desértico, inundando de ríos vitales al Valle de Huentota; Desterremos el mapuche que tiene pocas esdrújulas, reinventemos el Milcallac, que tiene pocas palabras. Vivan los pueblos originarios, el Inti y la Pachamama. Seamos huarpes laguneros como Huaquinchay, y no tehuelches terratenientes como Patoruzú. Prolonguemos a Huaymallén en un oasis irrigado que estire los verdes estivales hasta las lejanas Lagunas de Huanacache. Que en cada movimiento de nuestros cuerpos, los desiertos se humidifiquen y crezcan las uvas tintas, moscateles y blancas en los vinos nuevos. En cada golpe de reja, nuestros cuerpos entreguen una renovada oración a la Virgen de la Carrodilla, patrona de los viñedos, y del niño nuevo que algún día gestaremos, a medida que nuestros sexos se canten, agiten, y gozen tan plenamente como ahora. Vive el momento de hoy, ¡como si fueras a morir mañana! ¿Y el de mañana? ¡Como si fueras a morir nunca!
La apasionada y mutua entrega comienza a darle vida a los afiches que alguna vez tuvimos en los muros de las casas o el partido. El Che Guevara, con su boina negra y estrella roja, nos sonríe de oreja a oreja; enciende el habano, nos mira profundamente desde sus ojos esperanzados, levanta el puño izquierdo cerrado en alto y sin decirnos algo se vuelve feliz a Santa Clara. Atrás de él aparece un prolijo y engominado Perón, con reluciente uniforme de teniente general, haciendo encabritar su caballo pinto. Se saca la gorra de oficial, nos guiña el ojo y nos dice gardeliano, muchachos eso es lo que yo estaría haciendo, si tuviera veinte años menos. Pero tengan cuidado, compañeros. No quieran ser más peronistas que Perón. A su lado una Evita pálida y ojerosa se desprende de los brazos del general, atenaza los suyos a los balcones de la Rosada. Desde allí , levantando ambas manos, pide silencio hacia la plaza, cuyas muchedumbre la aplaude y ensordece con vítores y lágrimas. Ella nos está buscando en la multitud y cuando nos encuentra, desaparecen sus ojeras, sus pómulos se rellenan de calor, su energía de siempre la envuelve en un vaho de soles. La multitud rumorea, se calla, se desdibuja hacia un horizonte de banderas agitadas que pregonan las tres verdades de la patria. Su voz, habitualmente disfónica, resuena claramente haciendo innecesarios los micrófonos.
-Compañeros… silencio por favor. Les quiero declarar a estos jóvenes compañeros, Juan y María, que hoy han dejado de ser estúpidos e imberbes. Ustedes me han vuelto a la vida, muchachos, ustedes hoy, han derrotado a la muerte. No la desperdicien. Por eso llevaré en mis oídos vuestras palabras, vuestra militancia, y vuestro amor, que es la más maravillosa música del pueblo. ¡El amor todo lo puede compañeros, no se dejen engañar! Ámense, che. Quiéranse. Amen al pueblo, no lo traicionen. Sean más peronistas que Perón, carajo. Hasta la victoria, siempre en la lucha con ustedes, compañeros!

Cuerpo mendocino de mujer / dorado por el sol del casi otoño. / Pleno y real / asimismo metafórico y geográfico / me atrevo a compararte. / Voluptuosa forma de Altos Limpios la cadera / frescura Huanacache de humedales en la lengua / cintura de Tunuyán, espalda del Atuel. / Lenta y montañosa orografía descubierta, / Ojos del Salado son tus pechos. / Un Tupungato en erupción, el bajo de tu vientre. / En la abrupta soledad de la entrepierna / selva púbica y desierta / entraré a fecundar por las hijuelas / la cálida aridez de tu viñedo. / Parrales y espaldares serán recorridos por mis manos / y grano a grano, cosechados los racimos / Nuestros cuerpos ondularán / presagiando la vendimia. / Verbo o sustantivo, será en tu boca compañera / donde el vino nuevo me emborrache de coraje las palabra.

Datos personales

Mi foto
Maestro por equivocación, jubilado de la docencia pero no de los aprendizajes, escribidor de textos y poesías, escapador cuando puedo de las alienaciones del System, prisionero de los afectos, esclavo de la honestidad, temeroso usuario de la palabra, contestatario cuando puedo y a veces quiero, especialmente vinófilo de los Rojos de Perdriel, salvo cuando "el agua brota pura y cristalina de la madre tierra", vividor consuetudinario y con suertes extraordinarias. Creo que todavía estoy vivo.En la primavera del 2.010 se me murió la poesía junto con unos cuantos pedacitos de corazón. Pero he vuelto, "cantando al sol como las cigarras", a sobrevivirme.

Así como soy

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