jueves, 6 de marzo de 2008

Huarpe o Bereber ( La Maga )

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Es un lento día de noviembre.

Mendocino.

Afuera,

empieza la hora de la siesta.

Buscando puertos,

una cuerda de cello

roza con el viento,

la madera del alféizar.


En el mar turgente de tus pechos

intento navegarte con las manos

impulsando con mis besos,

vientos cálidos

en la crujiente arena del desierto.


Despertás sobre el piso, ausente de silencios.


A pie, medio vestida, intentás

escapar con tu cadera

recogerte la cintura, abandonar las desnudeces,

volver a protegerte con la ropa,

de mi acoso, levantisco

por las olas de simunes y de zondas.


- Ya ni sé qué es lo que quiero-

dirá tu codo,

infantilmente levantado, cubriéndote la boca

escondiéndote al deseo, tratando de dar explicaciones.

Arena temblante y huarpe dispersa por el cuerpo

arisca de ebriedades,

en los pliegues de tu blusa

llorás en antigua lengua huanacache.


Encendés un cigarrillo…

El humo se enrosca, desordenado,

trepando la pared.


Con los brazos cruzados sobre el pecho,

te contemplo gitano, bereber ensimismado,

araucano o huarpe,

de cualquier modo,

tontamente urbano

de nuevo mal vestido

con mis ropas de ciudad.


Hacia un horizonte que tropieza en la ventana

sin poder sostenerme la mirada,

escribís con el humo,

que se pierde por el aire, lo que no podés decirme

frente a frente,

mirándote las manos,

esquivándome la cara, preguntando si te entiendo.


Sigue el humo, desordenado,

escapando de tu boca,

trepando el horizonte marítimo de la angustia.

Sigue la cuerda de un cello buscando un puerto,

alejándose del aire, saltando la madera del alféizar.


-Sí, te digo, también yo, extrañamente fumando.

Sé que te asustan los deseos

cuando corren,

agitadas las gotas saladas por tu espalda

al encenderse la vendimia epitelial de nuestros sexos.

-Sé que mi abrazo te embriaga el paladar

más que los tintos de Perdriel.

O tal vez sea mi lengua, deshaciéndole

duraznos blancos a tu boca los que...


-No, pero no que no, dirás,
pretendiendo argumentar.

- Es... el calor de este verano apresurado.

-No ves que el aire está muy quieto.

- Las ventanas tan cerradas...

- Debe ser la resolana, que penetra por el cuarto.

- Quita la respiración, este viento insoportable.

- Es la ropa tanta y apretada que me ahoga.

Escondido a lo largo del ruedo de tu falda

circundando tus piernas, sobre tus labios,

suspirando con cada bocanada de humo

cada vez que encendés ése cigarrillo

yo sé lo que te pasa.

Te lo explico nuevamente,

de nuevo sin palabras mientras el zonda,

como cello,

persiste en arañar,

sobre el borde del alféizar

las ventanas de madera de la casa.

Siguen mis besos

impulsando vientos cálidos.

Restalla, apagada,

sobre el piso entablonado

la crujiente arena del desierto.


Más tarde,

seguirá siendo noviembre.

Continuará, mendocino,

este lento día apasionado.


Afuera

quieta

sin prisa

adormecida y urbana

como siempre

estará pasando la hora de la siesta.
























3 comentarios:

dispersa dijo...

http://dispersa-5nocrnos.blogspot.com/
aqui te dejo la dire para q puedas entrar a mi blog,me gustó tus palabras de aliento,es cierto,ahora te recorro.
saluds

eltramonta dijo...

Si llgaste hasta acá, dejá huella de tu paso
Tus palabras y tu esencia son parte de mi presente

KC dijo...

Todo un misterio el descubrir los lenguajes del cuerpo y alma...
Exquisito misterio!
K

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Maestro por equivocación, jubilado de la docencia pero no de los aprendizajes, escribidor de textos y poesías, escapador cuando puedo de las alienaciones del System, prisionero de los afectos, esclavo de la honestidad, temeroso usuario de la palabra, contestatario cuando puedo y a veces quiero, especialmente vinófilo de los Rojos de Perdriel, salvo cuando "el agua brota pura y cristalina de la madre tierra", vividor consuetudinario y con suertes extraordinarias. Creo que todavía estoy vivo.En la primavera del 2.010 se me murió la poesía junto con unos cuantos pedacitos de corazón. Pero he vuelto, "cantando al sol como las cigarras", a sobrevivirme.

Así como soy

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