sábado, 7 de noviembre de 2009

La palabra perfecta





Su boca era indefinible
pero siempre dispuesta al abordaje
un diseño naturalmente perfecto para mis labios bucaneros .
De su cuello poco podría decir salvo que era
una lánguida porción de cielo amaneciendo

Su cuello, entonces, al besarlo me llevaba directo
al horizonte de su espalda
de Jaén, batalla nazarí
al querer recorrerla
camino a su arábiga cadera .
Erguida arquitectura andaluza
tenía en su contra
el dorado de un mediterráneo esquivo y a su favor

un contemporáneo sol americano.
Rodeándola como quien pretende conocer el mundo

descubrí el equilibrio áureo de los griegos
La geometría de su cadera era pues, antigua y perfecta

Sus pechos, desnudados en este reciente noviembre,
aromaron sin embriagar la tarde de zonda
pero al beberlos entre mis labios sedientos

sentí el sabor de un torrontés del valle calchaquí
por lo tanto su intenso sabor frutado
fue también perfecto
para esa siesta
de jazmines blancos perfectamente florecidos.


Vestida solamente con su pelo ensortijado,
abundante y casi rojizo

que enmarcaba fulgurante su cabeza
habría de incendiarme romana y vestal
Pretendí defenderme atacándola con versos de Ramponi
de Tudela, de Tejada y hasta de Borges fue preciso
ya que los poetas somos incapaces de otra cosa
que darle fuego a la madera del pensamiento

Pero fue inútil
Una a una mis ardorosas palabras
fueron apagadas en la curvatura de su boca
silenciadas en la plenitud de su cadera,
abandonadas en la longitud de su espalda
tragadas por su sexo indómito y virginal
y finalmente, ya sin vocal ni consonante alguna
felizmente extenuado por su abrazo profundo
debí reconocer que ella era sin duda
la palabra singularmente perfecta

la verdadera poesía por la cual
sin usar una sola palabra
el más imaginativo poeta
había sido perfectamente derrotado



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Maestro por equivocación, jubilado de la docencia pero no de los aprendizajes, escribidor de textos y poesías, escapador cuando puedo de las alienaciones del System, prisionero de los afectos, esclavo de la honestidad, temeroso usuario de la palabra, contestatario cuando puedo y a veces quiero, especialmente vinófilo de los Rojos de Perdriel, salvo cuando "el agua brota pura y cristalina de la madre tierra", vividor consuetudinario y con suertes extraordinarias. Creo que todavía estoy vivo.En la primavera del 2.010 se me murió la poesía junto con unos cuantos pedacitos de corazón. Pero he vuelto, "cantando al sol como las cigarras", a sobrevivirme.

Así como soy

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