domingo, 27 de diciembre de 2009
Leves mariposas
Nos encontramos sobre el borde alto del desierto
en las últimas fincas con riego artificial.
Sacudió la latitud una intensa mirada
seguida de una sonrisa, frágil y longitudinal.
Sin decirnos nada nos enredarnos las manos
Estuvo el secreto sutil entre los labios
al decirnos sin hablarlo, un te quiero mucho,
el primer recuerdo de un te quiero tanto.
Pero antes, mucho antes de este encuentro no casual
nuestro tiempo ya arrastraba milenios de sonrisas.
Nuestra memoria líquida ya había empezado a latir
en las claras aguas de los ríos de montaña
que llenaban Llankanelo y Huanacaches.
Estuvieron por allí las vidas previas
y nosotros, enredándonos los cuerpos.
Pensábamos hijos.
Los tuvimos con los deseos
aunque fuéramos en aquel pasado
leves mariposas volando temblequeantes
inexpertos en antiguos sexos y viñedos.
Esto que te escribo
es parte de lo que recuerdo
de aquellas sutiles geografías
de aquellas primeras veces,
antes de este hoy de hoy
en que en cuerpo humano
de nuevo volvemos a habitarnos.
Aire encendiéndose de fuegos
Geográficos y sensuales
habíamos sido siempre
contrapuestos complementos
Ayer
aire encendiéndose de fuegos
sedientos y desérticos.
Humedales que se extinguen
Explosiones de volcanes
Tranquilas balsas de totora
navegando huanacaches.
Líquidos rientes de verano
desgajando los glaciares
Apaciguado invierno en el cauce de los ríos.
Temores de agua
en su encuentro con las llamas
Tierras desesperadas
esperando que las nutra el agua.
Hoy
territorio de suaves clorofilas
químicas latiendo en los ramajes verdes
fragancias doradas de estrellas
y de ellas parte mineral
de las constelaciones y elementos
Mañana
seguiremos estando geográficos y epiteliales
en las invisibles esencias moleculares
que dieron origen a soles y galaxias, las lunas y sus planetas
la infinita complejidad del universo...
pero también la simple mirada en el ojo de los niños.
Arena, fuego, aire o mar
De antillas verdes procedíamos insulares
aunque hoy estemos poblados de desiertos.
Siendo un poco arena y otro tanto río
en lagunas de los huarpes
hemos vuelto aquí para encontrarnos.
En la punta de los dedos nos veníamos trayendo
desde aquellos viejos tiempos que te cuento.
Desde aquel lejano entonces
una parte molecular de los antiguos cuerpos
alguna vez fue parte de nosotros y nosotros
parte hermana de las tierras y del aire
del agua y de los fuegos, maíces y lagunas.
Así como te digo fue que fuimos lunas
amarillos soles, verdes jarillales
delgados junquillos
pequeños granos de tierra
invisibles moléculas de agua
En cualquiera de los reinos que estuvimos
siempre unidos fuimos uno con el otro.
Vos y yo, mineral o vegetal, pero siempre juntos
Y ya de humanos nuestros cuerpos...
¡Ah, pero ya de humanos nuestros cuerpos...!
Mis brazos siempre te habrán cercado la cadera
casualmente azteca por Tenochtitlan
simplemente lagunera, por Llankanelo y Huanacache
Pero juntos, siempre juntos, arena y fuego
aire o mar, como siempre, allá o acá
habrán estado, estuvieron siempre
los lazos de mis dedos
anudando deseos sobre el costado de tu cuerpo.
De lunas y en soles embriagados
Se que un día las pasajeras circunstancias
los imprecindibles contextos que ahora
tanto te preocupan urgiéndote distancias
querrán impedirnos brindar por las vidas
que madurando frutas hicieron niñas nuestras manos
y viñedos nuestros cuerpos.
Aquello que te digo nos puede suceder
en el presente de un día cualquiera.
La próxima semana.
En la hora infinita que pasó esta mañana.
En este preciso segundo que estamos viviendo.
Sabremos, intangiblemente sabremos
que de aquellas uvas y viñedos
habíamos heredado los sabores
los mordiscos y caricias
los pétalos y las risas
la mañana, una tarde
y los quizás...
Cuando eso nos suceda deberemos vivir ese día
sonriendo junto a las bocas.
Bebernos el ahora y los después
los meses, semanas, todos los días precedentes
y los futuros de luctuoso proceder certificante.
Así, todo el tiempo de los tiempos
estará contenido en ese momento tan único
que estaremos existiendo y por el cual
con el oído puesto vertical
sobre el vientre de la tierra
nuestros ojos ya no mirarán
las eternas longitudes horizontales del mar.
Agradeceremos la arena del desierto
que hizo laguna con nosotros.
El te quiero profundo de aquel jueves
veintisiete de noviembre
imaginado para siempre
aunque pudo durar tan sólo un día
unas pocas horas compartidas.
Ese día, si nos sucediera ese día
en que el día estaría terminando
y las sombras de la noche
nos abrazaran con sus pesares
más que el amor mismo
del sol que nos tuvimos, igual
querré brindar por un próximo encuentro.
Pero más por el de este día
que estamos vivos y viviendo
porque el del mañana, ese
no sabremos si vendrá y así pensaremos
en que somos dueños de todo tiempo.
Imaginaremos que somos dueños de toda realidad.
En ese instante preciso
sublime poder sobre la materia
deberemos imprescindible y urgentemente
continuarnos el amor y los deseos.
Habremos aprendido lo importante de vivir
sin desperdiciar una sola caricia
recuperado el lenguaje de los gestos
y en un abrazo profundo
de lunas y en soles embriagados
en silencio o a los gritos
reescribiremos cada letra de la piel
cada sílaba de los cuerpos
eliminando sin dolor,
las pasajeras circunstancias
los prescindibles contextos.
los imprecindibles contextos que ahora
tanto te preocupan urgiéndote distancias
querrán impedirnos brindar por las vidas
que madurando frutas hicieron niñas nuestras manos
y viñedos nuestros cuerpos.
Aquello que te digo nos puede suceder
en el presente de un día cualquiera.
La próxima semana.
En la hora infinita que pasó esta mañana.
En este preciso segundo que estamos viviendo.
Sabremos, intangiblemente sabremos
que de aquellas uvas y viñedos
habíamos heredado los sabores
los mordiscos y caricias
los pétalos y las risas
la mañana, una tarde
y los quizás...
Cuando eso nos suceda deberemos vivir ese día
sonriendo junto a las bocas.
Bebernos el ahora y los después
los meses, semanas, todos los días precedentes
y los futuros de luctuoso proceder certificante.
Así, todo el tiempo de los tiempos
estará contenido en ese momento tan único
que estaremos existiendo y por el cual
con el oído puesto vertical
sobre el vientre de la tierra
nuestros ojos ya no mirarán
las eternas longitudes horizontales del mar.
Agradeceremos la arena del desierto
que hizo laguna con nosotros.
El te quiero profundo de aquel jueves
veintisiete de noviembre
imaginado para siempre
aunque pudo durar tan sólo un día
unas pocas horas compartidas.
Ese día, si nos sucediera ese día
en que el día estaría terminando
y las sombras de la noche
nos abrazaran con sus pesares
más que el amor mismo
del sol que nos tuvimos, igual
querré brindar por un próximo encuentro.
Pero más por el de este día
que estamos vivos y viviendo
porque el del mañana, ese
no sabremos si vendrá y así pensaremos
en que somos dueños de todo tiempo.
Imaginaremos que somos dueños de toda realidad.
En ese instante preciso
sublime poder sobre la materia
deberemos imprescindible y urgentemente
continuarnos el amor y los deseos.
Habremos aprendido lo importante de vivir
sin desperdiciar una sola caricia
recuperado el lenguaje de los gestos
y en un abrazo profundo
de lunas y en soles embriagados
en silencio o a los gritos
reescribiremos cada letra de la piel
cada sílaba de los cuerpos
eliminando sin dolor,
las pasajeras circunstancias
los prescindibles contextos.
Fumando como un faro austral
Al no encontrarme, simulando estar enojada
has dejado en el teléfono un lacónico mensaje.
-“Odio esa máquina contestadora que tenés”-.
Y otro más, apenas un poco más tarde, aún acelerada
- “¿Dónde estás, Sanches? te estoy buscando...
no te puedo encontrar”-
A los veinte minutos repetirías la pregunta
y una hora más tarde, tal vez un poco menos
tal vez un poco más, un poco más alterada
- “¿Dónde estás Juan que no te encuentro?
para luego disimular que "estaba, apenas un poco,
preocupada por vos”
Eso te pasaba ayer tarde, seguiste así esta mañana
y ahora ya es de noche, y sigue siendo octubre
y andás tan perdida caminando sin sentido
buscándome por uno y otro cibercafé.
Tenés en estos días, tanto miedo de perderme
que contradictoria, te inventás estas excusas
para disimular tu deseo de buscarme.
-Que la culpa la tienen los semáforos
el tránsito, la mirada indiscreta de vecinos...
Todos ellos son, sí.
Si yo finjo que te creo que fueron todos ellos
los que te hicieron volver de nuevo a Godoy Cruz
Plazoleta Barraquero, caminar por las veredas
que rodean la bodega abandonada
y desde ahí en zapatillas y en piyama
nuevamente a la casa de tus padres.
Allí – “Buenas noches, Babbo.
No, si no me pasa nada, Nanna-
seguías pensando tanto en mí
que en el mar en soledad de tu habitación
y ya en el barco de la cama con tus manos
arrugando intranquila las sábanas...
seguías sintiendo que te hacía tanta falta...
Te sentías tan marinera en tierra
tan náufraga epitelial y de desiertos
que, nerviosa, debiste levantarte
a encender otro cigarrillo, otros tantos cigarrillos
y fumar, como un faro austral, mi horizonte en tu ventana.
Fingiendo como siempre, que nada te sucedía
pero esperando, esperando como siempre
que te llamara para reiterarte suave y firmemente
aquí estoy,
todavía estoy,
suspirando aun, junto a tu almohada.
sábado, 26 de diciembre de 2009
Medianoche del sur
El próximo veintiuno de junio
deberemos salir al encuentro de nosotros mismos.
En el preciso comienzo de ese año nuevo solar
bebiéndonos en chichas a la mediamadrugada
esperaremos el amanecer iluminando geografías.
Serán apachetas vitales nuestros propios cuerpos.
Enmantados con la urdimbre originaria
estaremos desnudos y naturalmente naturales
prontos a pasar esa noche larga con mayor tranquilidad.
Así entibiados nos llegará más pronto el sol.
Desde la hermana tierra madre
un nuevo día de nuestro nuevo año nos será prestado
para que imaginemos vivir muchos más días
aunque algunos vivieran con sus sombras
Y si nos sucedieran las tardes con penumbras y pesares
alimentarnos en patayes
los sensuales torrentes del verano por venir.
Así tendríamos más fuerzas cada vez
para repetir estos orgasmos irreverentes
construyendo nuestras arquitecturas imposibles.
Porque hemos de morir.
Algún día será ese día en que sin sonido
se mueran nuestros sitios corporales
los espejismos y sus desiertos.
se mueran nuestros sitios corporales
los espejismos y sus desiertos.
Que sea cuando la muerte quiera.
Pero que nos encuentre amándonos más alto
que en los planos sin misterios de malales.
Y si es de sorpresa, que sorpresivamente sea
pero ardiendo en las profundas latitudes
de llankanelo y huanachache.
que en los planos sin misterios de malales.
Y si es de sorpresa, que sorpresivamente sea
pero ardiendo en las profundas latitudes
de llankanelo y huanachache.
Desde allí, desde el agua clara en las lagunas
volveremos a nacer como un día ya nacimos
Desde el fondo de la tierra humedecida
brotaremos renovados epitelios de dulces algarrobos.
Encendiendo fragantes maderas de jarillas
nuestro cuerpos extintos seguirán encendidos
mucho más allá de nosotros mismos.
A bordo de aquellas antiguas balsas de totoras
buscarán nuestras esencias
nuevos horizontes que incendiar
Así habremos renovados, una vez más,
nuestra eterna geografía de los fuegos
Merodean los fantasmas precavidos
Como nunca
enmarca las ventanas
sonriéndonos, una primavera vital
Como siempre
cuando el temor hacia el verano
silencia las bocas del invierno en nudos marineros
querrán invadirnos intereses cronográficos.
Alguien nos pedirá, detalles de los puertos.
Por hábito y desuso, temblarán
quejándose
las puertas de madera
y desde los vanos
ondularán evanescentes las cortinas de los párpados.
Una vez más, un día más
intentaremos perder la solemnidad urbana.
Desnudarnos de sus ropas y prejuicios
dejar que pasen a jugarnos
solamente los suspiros.
intentaremos perder la solemnidad urbana.
Desnudarnos de sus ropas y prejuicios
dejar que pasen a jugarnos
solamente los suspiros.
Lenta
como siempre
seguirá esperando en el alféizar
la siesta de ojos asombrados.
Pero también, pronta la mediatarde
con su carga de noctámbulas distancias.
Mutuamente ensimismados en caricias
desentendiéndose de los presagios
las cinturas ensayarán nuevos lazos de ternuras.
desentendiéndose de los presagios
las cinturas ensayarán nuevos lazos de ternuras.
Los cuerpos, contorsiones voluptuosas.
Con ellas en álabes delicados,
al llegar la noche encenderemos ceremonias
y velas hacia el sur brillantes de rituales
advirtiéndonos una al otro
están al llegar por las cornisas
las penumbras del norte
y con ellas merodeando sin estar invitados
los fantasmas precavidos
sus temores y cautelas.
al llegar la noche encenderemos ceremonias
y velas hacia el sur brillantes de rituales
advirtiéndonos una al otro
están al llegar por las cornisas
las penumbras del norte
y con ellas merodeando sin estar invitados
los fantasmas precavidos
sus temores y cautelas.
Si.
Puede ser que eso nos suceda
nos diremos ese día invadidos por la duda.
Pero, si eso nos sucediera
deberemos hacer retroceder todas las certezas
susurrarles valentías a las sombras
burlarnos de su sigilo.
Gritarle a todas ellas
todavía hay soles plenos, dentro nuestro
y un suspiro, y mares con llanuras
y muchos más latidos.
Cuando el tiempo se haya dejado convencer
apaciguado por la noche
esperaremos que retorne el día
y al amanecer de nuevo envueltos en desnudeces
de nuevo epiteliales en trigos y maíces
quinoa y portugales
volveremos a ser lisboas y urubambas
llankanelo y huanacaches
y verdes de agua y de junquillo
derrotaremos una vez más
a las arenas y sus misterios
los espejismos y sus desiertos.
Geografía
http://2.bp.blogspot.com/blog.eitb.jpg
Por el árido Lavalle del desierto Huanacache
perdidos de invierno nacimos alguna vez.
Geografía natural renacida en el verano
entre densos algarrobales, chañares y jarillas
fuimos dorados granos del maíz o la quinoa
Trigales posteriores nos sucedieron luego
y vides, en parras de castellana hilera.
Sensuales epitelios desde el Norte hacia el Sur
americana sangre en este Valle del Huentota
primigenios y amarillos coironales, y después
europeos viñedos primaverales de vendimias
frutales corporeidades de damascos y duraznos.
Desde el sur vinieron tus ojos, tu mirada nacida verde
en aquel San Rafael de los álamos dorados
para hacerse conmigo circular y diamantina
cintura líquida por San Carlos.
Suavizado otoño de nogales nuestros párpados
en Tupungato dibujaron horizontes de nostalgias.
Lasherina, recuerdo que tuviste cerezas en la boca
cuerpo de manzanas sonrojadas por el Uco.
Redondas uvas, enhiestos álamos, sólidos nogales
jugosos frutales de verano nos fuimos extendiendo
sobre montañas y lagunas, valles y secanos.
En cada molécula de materia, siempre nuestro fuego
estuvo incendiando geografías mineral y de frutales
viernes, 25 de diciembre de 2009
El destino de los fuegos
http://3.bp.blogspot.comcondor3-448x336.jpghttp://3.bp.blogspot.com/Gaviota-rara-750.jpg
Alto acantilado para la sed de las vertientes
en Potrerillos sobre el Valle de Los Molles,
por el lejano sur entre malales
más arriba aún que El Sosneado y los Ojos del Salado
nuestros destinos encontrados han previsto separarnos.
Cubiertos en epitelios de pueblos originarios
la memoria de ancestral sabiduría aconseja la distancia
desandar los caminos recorridos.
Es hora ya de irnos, nos decimos a nosotros mismos.
En este día sorprendente, sorprendidos pájaros en vuelo
como cóndor y gaviota volando en plenitud de cielos
extendidas nuestras alas extasiados por el aire
anudándonos las palmas totalmente renacidos
prometemos al despedirnos con nuestros cuerpos
volando latitudes por el cielo
hasta siempre amante mía para siempre amado tierno.
¿Será para siempre?, preguntaremos de nuevo
con los pies sobre la tierra al vestirnos nuevamente
con las urbanas ropas grises del gris urbano cotidiano
Cómo saberlo, nos decimos dudando
nuevamente de nosotros mismos
si recién estamos aprendiendo y del tiempo de estas cosas
ni vos ni yo sabemos mucho por ahora.
Pero tenemos esperanza porque en nuestras manos
estuvo el destino de los fuegos como en nuestro horizonte
latiendo los deseos y así de desbocados
plenos de memoria,
ansiantes de ternuras cotidianas
tan llenas de amor las geografías que inventamos
permanecerán en el recuerdo de este día
tan único irrepetiblemente único que llegaremos a despedirnos
los oídos y las bocas, la cintura y las miradas diciéndonos
hasta siempre amada mía, para siempre amante tierno.
Último incendio de las lunas
Abordante marinera sin mares ni descansos
sobre la cama, vos también cerril amauta
incendiarás las lunas sospechando la última vez.
Jarillal, crepitante de pochoclos y maíces
sobre las sábanas sofocantes me retiro siendo arena
reclamando un oasis al desierto entre tus piernas.
Cantan, diminutas ocarinas de arcilla
los pequeños pájaros de tus pechos.
Tus dedos, virginales balsas de totora sobre el agua
siguen riéndome la espalda sencilleces prematuras.
Deslumbrada de carmines en mi oído
por la altura del deseo urgirá tu boca escandalosa
anunciando sin retórica que las palabras
no precisan más que otras palabras que obliguen a callarlas
pero si un día volvieran a hacernos falta nos hablaremos
con el alma misma de las lenguas castellanas
gitanas y andaluzas, arábigas o itálicas
abstractas europeas, latinas o consonánticas americanas.
Ellas hace siglos comenzaron a decirse
lo que ahora sin sonido se dicen nuestras bocas
y alguno que otro corazón ruborizado
¡Es que nos quemamos tanto!
Ardimos tanto en estas últimas semanas
prisioneros de los fuegos en estos únicos temblores
de volcanes y calores convergentes de sexo y de verano.
Se consumieron tanto las lenguas y las bocas
los dedos y las manos que ya no restan álamos, ni calles
ni páginas del cuerpo donde seguir escribiéndonos deseos.
Sólo algunos ocres quedarán hoy jugando al piedemonte.
Mañana unas pocas vegas tenues
asomarán sus nieblas empañando los espejos de la cara.
Por entre el humo de los incendios que se extinguen
habrá comenzado el otoño a tratar de derrotarnos los senderos.
Amautas del deseo
"manzanas", óleo sobre lienzo de Segundo Aponte Ipanaque-Perú-2.008
Sospecho que el verano terminará de todos modos.
Habiendo padecido ropas como cardos desflecados
sin ellas y sin tiempo, contemplándote desnuda
quisiera que de nuevo originarios recordemos
el encuentro profundo de los cuerpos.
Rehacer las urdimbres milenarias que trenzamos
en aquellos instantes irrepetibles de Payún Matrú
Pehuenché valle o Laguna del Diamante
gritándole a tu cuerpo, y a la suma de los vientos
soy el geómetra más desquiciado
y el menos poeta que hay entre otros muchos
pero más, pero mucho más soy entre los menos
que enamorados como yo
hayan podido declararte tan exacta
la curva de la luna llena que habita en tu cadera.
Nadie como yo redondeando tu cintura podrá sentir
como yo lo siento ahora, que te llegarán los hijos
en la quietud de la madera.
Quien como yo si no, podrá, extendiéndote los brazos
abrírtelos en tan abiertos ventanales sin cristal
que trasluzcan hacia afuera este vuelo de ternuras
en alas de mariposas, en plumas de los cóndores
sobre el agua quieta en las lagunas
con el calor de antiguos soles.
Si en el pasado de mi presente fuiste la única mujer
que pudo convertir mis miedos atávicos de alturas
en vuelos ávidos de montañas
en el futuro de tu presente
no habrá quién pueda como yo
circundar en músicas tu cintura de laguna
cada mañana de domingos.
En mañanas de domingos cinco notas en los siqus
ocarinas melancólicas, tarcas ceremoniales
encrespados moseños de epitelios con tantos silencios
como ecos rebotando los sonidos profundos
a pesar de las distancias, de los miedos
de las torpes cantidades que tuviste
de mi absurda necesidad de predecirnos el futuro.
Entre las cañas laguneras de este único verano
navegando las frágiles barcas de totoras
aquellos miedos que tuvimos seguirán estando.
Pero también los fuegos incendiando las jarillas
Nuestras lenguas seguirán siendo musicales en el aire
en el viento extranjero del simún
en el cálido zonda americano.
Tus voces y las mías seguirán proclamándole festejos
al cántaro de barro humedecido y femenino
que fue tu vientre con la luna por febrero.
Y si alguna vez nos desencontramos materiales
sabremos que seremos permanentemente renacidos
de los cuerpos a las frutas en cualquier estación del año.
En cualquier altura de montaña o llano de secano
podremos decirnos como siempre nos dijimos
hoy seré manzana, mañana tal vez sea durazno
pero siempre alfareros de vendimias
pero siempre amautas del deseo.
Vos la más ternura que haya existido en las lagunas
y ambos de arena y algarrobo, de luna, soles y jarillas
la más apasionada, dulce y humana geografía.
jueves, 24 de diciembre de 2009
Esas mariposas...
foto de "asgasg", public. en http://2.bp.blogspot.com
Un amanecer rural, anónimo y de invierno
al comienzo de setiembre y cerca del trabajo,
entre un grupo de gente
te sobresalta un temblor.
Aparenta ser el frío, pero yo sé, y vos también
son esas mariposas voluptuosas
que mi presencia te urge recorriéndote los pechos
el suave cuello, las piernas y la espalda.
Sofocada, enrojecidas las mejillas
girando la cabeza hacia uno y otro lado
buscarás ocultarte a las miradas
al sentir que mis manos sin estar ahí
descienden por tus hombros
te rodean quemando la cadera.
Escaparás sin escapar rumbo al mediodía
con el recuerdo de mi lengua atávica de fuegos
persiguiéndote la boca.
Exhausta de calores buscarás refugio a las pasiones
que te incendian territorios en una plaza de ciudad
una cualquiera en la mañana, mediodía, por la noche
en pleno centro de Mendoza, o en los suburbios
cuyos árboles en noviembre
quitarán resolanas con sus túneles de verdes.
En esos meses de ardientes epitelios y verano
te alcanzará otra clase de mis manos.
Serán sobre las tuyas una fuente de frescuras
agua de vertiente, así de fresca y clara
para el rojo atardecer sobre tu espalda, y en tu frente
hasta el costado, pura agua de montaña
que te descanse en manantiales la sequedad epitelial
las temidas circunstancias que llegaron con la gente.
Volarán entonces, libres mariposas por las noches
la mañana, el mediodía, la tarde y sus nostalgias
y seremos lo que siempre hemos sido
hasta que perdiste la memoria del incendio
los amantes extendidos que de Payunia a Llankanelo
inventaron la Geografía de Los Fuegos.
Un amanecer rural, anónimo y de invierno
al comienzo de setiembre y cerca del trabajo,
entre un grupo de gente
te sobresalta un temblor.
Aparenta ser el frío, pero yo sé, y vos también
son esas mariposas voluptuosas
que mi presencia te urge recorriéndote los pechos
el suave cuello, las piernas y la espalda.
Sofocada, enrojecidas las mejillas
girando la cabeza hacia uno y otro lado
buscarás ocultarte a las miradas
al sentir que mis manos sin estar ahí
descienden por tus hombros
te rodean quemando la cadera.
Escaparás sin escapar rumbo al mediodía
con el recuerdo de mi lengua atávica de fuegos
persiguiéndote la boca.
Exhausta de calores buscarás refugio a las pasiones
que te incendian territorios en una plaza de ciudad
una cualquiera en la mañana, mediodía, por la noche
en pleno centro de Mendoza, o en los suburbios
cuyos árboles en noviembre
quitarán resolanas con sus túneles de verdes.
En esos meses de ardientes epitelios y verano
te alcanzará otra clase de mis manos.
Serán sobre las tuyas una fuente de frescuras
agua de vertiente, así de fresca y clara
para el rojo atardecer sobre tu espalda, y en tu frente
hasta el costado, pura agua de montaña
que te descanse en manantiales la sequedad epitelial
las temidas circunstancias que llegaron con la gente.
Volarán entonces, libres mariposas por las noches
la mañana, el mediodía, la tarde y sus nostalgias
y seremos lo que siempre hemos sido
hasta que perdiste la memoria del incendio
los amantes extendidos que de Payunia a Llankanelo
inventaron la Geografía de Los Fuegos.
miércoles, 23 de diciembre de 2009
Geografía del fuego desbocado
Ciega un resplandor furtivo, un espejismo en resolana
cuando huarpes de vestimenta nos preguntamos
desnudos y en silencio, si será así como terminan
los veranos pasionales en el tórrido desierto lagunero.
En semioscuridad
bajo cruda luz de velas que atenúan las preguntas
llegarán las múltiples respuestas a esas dudas
en la quemante claridad de nuestras lenguas.
Con ellas y otros modos intentaremos protegernos
ordenando a nuestras pobres piernas terrenales
que sean pájaros de nuevo alzándose en alas de taguas,
cóndor, gaviotín, cisne o garzas blancas
remontando las montañas que nos ciegan horizontes
impidiéndonos tener trasparencias en los ojos.
Navegando frutas dulces en arrastres
yo volcado vos erguida, en esta inquieta geografía
nuestras manos recorrerán líquidas los cuerpos.
En claridad de agua surgente, aquellas y las bocas
derribarán las alturas, cumbres y convenios
sin que pierdan su belleza de cascadas
ni ensordezcan al volar sobre el abismo, ni quieran,
calladas, descansar solamente en las penumbras.
Vencidos cada uno de los temores a la tierra
que contaminan la pureza de Altos Limpios
despojaremos del plástico a las hojas de las ropas
prometiendo derrotar por inútiles y certeros
los rituales tan urbanos que atrás nuestro
se han vendido en contrabando de raíces
y primitivo y primigenia, principales de risas
acordaremos ser oasis, extendidas cinturas de lagunas
algarroberos de dulzuras, agricultores principiantes
manzanas coloradas, granos de uvas blancas.
Dando mordiscos infantiles en las peras amarillas
derramándonos sus jugos con sonrisa entre los labios
nos templaremos en vientos cálidos de zonda
cada vez que nos urja el hastío indiferente
que buscará enterrarnos sin piedad
en frías y oscuras ciudades de cementos.
Nuestras caras sin sus máscaras, serán manos,
dedos, piernas, brazos, voces hechas nudo y grito
electrizando preponderantes las naranjas del costado.
Las frescas limas nos darán cosquillas verdes
tus labios, encendidos rojos tropicales
y risas, los maíces blanquecinos de los dientes.
Mordiéndonos las naciente yemas de los dedos
para hacernos vinos nuevos de chañar
renaceremos otra vez por los desiertos
donde alguna vez fuimos trigales
y quinoa mucho antes, festejando nuestro encuentro
no casual en este valle dorado de Los Andes.
Así nuestra historia será este presente
renovado viaje epitelial desde el desierto y sus arenas
a las montañas y sus aguas congeladas
fundiéndose de nuevo en las lluvias del verano.
Los despertares de esa conciencia tendrán
arcoiris plenos en el cisne delicado de tu cuello
cielos de valle por la espalda, colibríes tus ojos
relámpagos de verde sobre mis párpados.
Eso importará, sobre todo.
Después de eso, nada más, salvo tu cintura.
¡Ah, tu cintura! y sus longitudes de laguna
serán eternamente frescas, como tus brazos
y tus muslos desnudando amaneceres,
derrotando soledades.
Eso importará.
Y el alféizar de una ventana
donde cuelguen cada mañana hacia tu vientre
en enamorados racimos mis palabras.
Estar desnudos en un piso de madera entablonada;
amarnos, arrebolados por los zondas;
que nos primen los deseos, los impulsos
importará solamente si somos capaces
de erradicarnos temores y certezas.
Entonces podrán sin culpas de futuro
ni congoja en el pasado
ser salvajamente mordisqueadas las frutas conseguidas
convertirse en bocados delicados
las soberbias humedades.
Tantos sentidos recordaremos sin nostalgias
a la hora de bebernos con un solo golpe
estos veranos y sus verbos conjugados
Y estas geografías desbocadas de fuegos
que nos quemaron al mirar, oler, morder
ceñir, gritar y destaparnos los oídos
acomplejados de silencio.
Eso habrá importado.
Eso importará y el haber sido, quizás alguna vez
tanto americana de Chíchen Ítza
como emplumado Quetzalcoatl
imperceptibles y anónimos granos en la arena
estrellas fulgurantes, como simples gotas de agua
Aún viniendo de antiguos soles
aunque hayamos sido
mares extendidos
encerrados y verdes valles de montaña
lagunas o desiertos, ultimamente améridos
y consonánticos totales, lo que importará
será habernos reencontrado por fin
después de tantos siglos
casualmente por las calles.
En estas reales calles de la Cuarta Este
donde estamos ahora despidiéndonos por fuera
habernos encontrado de esta manera,
eso habrá importado, y nada más.
¡Y nada más!
Después, mucho más después
que el viento de los tiempos haya pretendido
derribarnos la mirada y puestos uno sobre otros
en múltiples pliegues nuestra piel
aún después que el Payún Matrú
se haya envuelto en nubes para siempre
y desecadas las aguas de llankanelo y huanacache
¡aún después!
seguirá incendiado mi cuerpo de malales
y sonriendo una eterna primavera tu cintura de diamante
Huarpe o Bereber
www.ccss.sa.cr/.../noticias/2008/05/n_568.htm
Es un lento día de noviembre.
Mendocino.
Afuera, empieza la hora de la siesta.
Buscando puertos, una cuerda de cello
roza con el viento, la madera del alféizar.
En el mar turgente de tus pechos
te estoy navegando con las manos
impulsando, con mis besos, vientos cálidos
en la crujiente arena del desierto.
Despertás sobre el piso
ausente de silencios.
A pie,
medio vestida
intentás escapar con tu cadera
recogerte la cintura
abandonar las desnudeces
volver a protegerte con la ropa
de mi acoso, levantisco
por las olas de simunes y de zondas.
- Ya ni sé qué es lo que quiero-
dirá tu codo, infantilmente levantado
cubriéndote la boca
escondiéndote al deseo
tratando de dar explicaciones.
Arena temblante y huarpe dispersa por el cuerpo
arisca de ebriedades, en los pliegues de tu blusa
llorás en antigua lengua huanacache.
Encendés un cigarrillo…
El humo se enrosca,
desordenado
trepando la pared.
Con los brazos al costado de mi pecho
te contemplo, gitano, bereber ensimismado
araucano o huarpe, de cualquier modo
tontamente urbano de nuevo mal vestido
con mis ropas de ciudad.
Hacia un horizonte que tropieza en la ventana
sin poder sostenerme la mirada
escribís con el humo, que se pierde por el aire
lo que no podés decirme frente a frente
mirándote las manos, esquivándome la cara
preguntando si te entiendo.
Sigue el humo desordenado escapando de tu boca
trepando el horizonte marítimo de la angustia.
La cuerda de un cello sigue buscando puerto
alejándose del aire, saltando la madera del alféizar.
- Sí - te digo también yo, extrañamente fumando.
- Sé que te asustan los deseos cuando corren,
agitadas
las gotas saladas por tu espalda
al encenderse la vendimia epitelial de nuestros sexos.
Sé que mi abrazo te embriaga el paladar
más que los tintos de Perdriel.
O tal vez, sea mi lengua
deshaciéndole duraznos blancos a tu boca los que...
- No, pero no que no- dirás, argumentando- Es...
el calor de este verano apresurado.
No ves que el aire está muy quieto.
Las ventanas tan cerradas.
Debe ser la resolana que penetra por el cuarto.
Quita la respiración este viento insoportable.
Es la ropa tanta y apretada que me ahoga.
Escondido a lo largo del ruedo de tu falda
circundando tus piernas, sobre tus labios
suspirando con cada bocanada de humo
cada vez que encendés un cigarrillo
yo sé lo que te pasa.
Te lo explico nuevamente, de nuevo sin palabras
mientras el zonda, como cello, persiste en arañar
sobre el borde del alféizar
las ventanas de madera de la casa.
Siguen mis besos impulsando vientos cálidos.
Restalla, apagada, sobre el piso entablonado
la crujiente arena del desierto.
Más tarde
seguirá siendo noviembre.
Continuará, mendocino
este lento día apasionado.
Afuera
quieta
sin prisa
adormecida y urbana
como siempre
estará pasando la hora de la siesta.
martes, 22 de diciembre de 2009
Arquitecturas imposibles
http://images.artelista.com/artelista/obras/fichas/2/5/8/4839074518907434.jpg
A las cinco de la mañana de un día cualquiera de diciembre
tus pechos se despertarán prisioneros de mis besos.
Tu cuerpo amante, largo arco extendido
sinusoidal y llankanelo amanecerá
profundo de caricias y volcanes.
Muy temprano para tu acostumbrado es-tarde-debo-irme
a una hora indefinida de este día cualquiera de diciembre
la regia piel de tu contorno seguirá dilatada
en la exacta dimensión de los asombros.
Sin temblores ni penumbras, en quietudes laxas
mis manos de madera en tu cintura de laguna
serán torpes aprendices de horizonte
para las demasiadas lunas que nos pasen
desde las cinco de la mañana de ese lento día por diciembre.
Sucederán las horas de este día cualquiera
cuando el sol que nos tendamos haga que nos vuelen
en mil fuegos lenguas incendiarias penetrando las gargantas explorando subterráneas el ala de los pájaros
embriagando de amaneceres nuestros párpados.
A la hora cinco de la mañana de aquel día de diciembre
le sucederán longitud y latitudes en cantidades naturales
y luego otras horas y más horas
y distintas e incomprensibles dimensiones.
Para ese entonces, el fuego de los fuegos
en nuestros cuerpos presurosos, incansables
seguirá construyendo arquitecturas imposibles.
Los dedos continuarán sus laberintos misteriosos
desgarrando ropajes de urbanidades solemnes.
En esa mañana tan única ese día único de diciembre
libres de candados nuestras miradas
estarán haciendo de las tres paredes de la pieza
anteriormente solitarias, tenues montañas de aire
evanescentes latitudes de epitelios
Más tarde será más tarde
un hecho tan comprobable y evidente...
Habrá pasado la hora cinco en la mañana
de otro día caluroso y extenuante de diciembre.
Pero no tendrá importancia el tiempo y su transcurso
en esa mañana única, un día único de diciembre.
Lo marcarán indelebles nuestros cuerpos
penetrándose con tal profundidad....
aunque sean furiosas sus alas de caricias y vuelen
lánguidas latitudes de tibiezas nuestros mares de madera
y sean nuestras bocas únicas las únicas navegantes
en esos barcos de agua a las cinco de la mañana
de un individual día de diciembre.
Seremos los únicos en estar tan desnudos
pero tan desnudos, que gritaremos la pasión
llenos de coraje.
Prisioneros estarán en las esquinas inservibles de las casas
aquellos perros desquiciados que le aullaban boquiabiertos
a las suaves lunas desnudas de tus pechos.
Nuestros cuerpos serán tan livianos y evanescentes
que saltaran desvergonzadamente obscenos
el alféizar de todas las ventanas a las cinco de la mañana
de un día cualquiera de diciembre.
Más tarde será más tarde, hecho tan evidente...
Habrá pasado un día, ese único día
y sus cinco horas, y dejado de ser mañana
la mañana de ese día único de diciembre.
Pero no tendrá importancia el tiempo y su transcurso
porque lo marcarán indelebles nuestros cuerpos
aunque comience a ser pasado el presente de ese día
y la hora cinco de la mañana haya envejecido
el último día de diciembre.
A las cinco de la mañana de un día cualquiera de diciembre
tus pechos se despertarán prisioneros de mis besos.
Tu cuerpo amante, largo arco extendido
sinusoidal y llankanelo amanecerá
profundo de caricias y volcanes.
Muy temprano para tu acostumbrado es-tarde-debo-irme
a una hora indefinida de este día cualquiera de diciembre
la regia piel de tu contorno seguirá dilatada
en la exacta dimensión de los asombros.
Sin temblores ni penumbras, en quietudes laxas
mis manos de madera en tu cintura de laguna
serán torpes aprendices de horizonte
para las demasiadas lunas que nos pasen
desde las cinco de la mañana de ese lento día por diciembre.
Sucederán las horas de este día cualquiera
cuando el sol que nos tendamos haga que nos vuelen
en mil fuegos lenguas incendiarias penetrando las gargantas explorando subterráneas el ala de los pájaros
embriagando de amaneceres nuestros párpados.
A la hora cinco de la mañana de aquel día de diciembre
le sucederán longitud y latitudes en cantidades naturales
y luego otras horas y más horas
y distintas e incomprensibles dimensiones.
Para ese entonces, el fuego de los fuegos
en nuestros cuerpos presurosos, incansables
seguirá construyendo arquitecturas imposibles.
Los dedos continuarán sus laberintos misteriosos
desgarrando ropajes de urbanidades solemnes.
En esa mañana tan única ese día único de diciembre
libres de candados nuestras miradas
estarán haciendo de las tres paredes de la pieza
anteriormente solitarias, tenues montañas de aire
evanescentes latitudes de epitelios
Más tarde será más tarde
un hecho tan comprobable y evidente...
Habrá pasado la hora cinco en la mañana
de otro día caluroso y extenuante de diciembre.
Pero no tendrá importancia el tiempo y su transcurso
en esa mañana única, un día único de diciembre.
Lo marcarán indelebles nuestros cuerpos
penetrándose con tal profundidad....
aunque sean furiosas sus alas de caricias y vuelen
lánguidas latitudes de tibiezas nuestros mares de madera
y sean nuestras bocas únicas las únicas navegantes
en esos barcos de agua a las cinco de la mañana
de un individual día de diciembre.
Seremos los únicos en estar tan desnudos
pero tan desnudos, que gritaremos la pasión
llenos de coraje.
Prisioneros estarán en las esquinas inservibles de las casas
aquellos perros desquiciados que le aullaban boquiabiertos
a las suaves lunas desnudas de tus pechos.
Nuestros cuerpos serán tan livianos y evanescentes
que saltaran desvergonzadamente obscenos
el alféizar de todas las ventanas a las cinco de la mañana
de un día cualquiera de diciembre.
Más tarde será más tarde, hecho tan evidente...
Habrá pasado un día, ese único día
y sus cinco horas, y dejado de ser mañana
la mañana de ese día único de diciembre.
Pero no tendrá importancia el tiempo y su transcurso
porque lo marcarán indelebles nuestros cuerpos
aunque comience a ser pasado el presente de ese día
y la hora cinco de la mañana haya envejecido
el último día de diciembre.
lunes, 21 de diciembre de 2009
Cintura de fuego en Huanacache
fotos.euroresidentes.com/.../Fuego%20(00).jpg
Medianoche.
Viernes diecinueve de diciembre
Impetuosa, el agua te corre por el cuerpo.
Afuera,
la luna asoma nuevamente
su cintura de fuego en Huanacache.
Por ella iluminada
pedís que deje de embriagarme con tu desnudez.
Que no te mire más, ni me de cuenta
ni que cuente otra vez las cinco pecas
que en el hombro izquierdo parecen saber
que tan pronto como pueda recorreré de nuevo tu cintura
con deseos de inventarla, perderme totalmente
en la suave geografía de tus pechos y tu espalda.
Tiemblan, iluminan tus minúsculos pezones
dos breves lunas de temores.
El agua refrescante te desborda una sonrisa
se derrama en longitudes líquidas
se ríen también las gotas sobre tu cara.
Es de noche, estoy de intruso, me reconozco
descalzo navegante nocturnal de tu piel desnuda.
Que de pirata he entrado para robarte los temores
un tanto bucanero y otro poco sin permiso
a beberme en bocanadas las sonrisas
el calor de tu cintura al abordarla.
Tensa en múltiples navíos, el arco de tu cadera
suelta velas marítimas cuando despierto belicoso
la quietud tropical embarcado en la entrepierna.
Sobre ella disparás frágiles dedos voluptuosos
en cordajes apasionadamente desatados.
Intentando despertar, insular, del sueño de naufragios
me pedís que me aleje
que desate los nudos marineros de mis brazos.
Que no te mire más, ni acaricie más, ni desee más
porque el fuego de la luna, nuevamente
te está incendiando, abrasadora, la cintura.
Que no te mire, ni acaricie, ni desee, ni que cuente
las cinco horas que se tardan las náyades de octubre
en transmutar en agua a las arenas de Lavalle.
Simulando que te dejo, que hago caso a tu pedido
me retiro a contemplarte desde no tan lejos.
Vuelvo hacia la torpe protección de nuestras ropas
a la distancia de los sueños
entre los radios más geométricos
que rodean el patio de mi casa.
Allí los tardíos azahares de jazmines, y aún más cálidos
los rojos de malvones endulzan todavía el aire tórrido
de este diciembre y su verano.
Pasa el tiempo
delicado
imperceptible.
Tenuemente emborrachada por las uvas
tan lejos como cerca hace un momento
embriagados por el vino de los cuerpos
fumás,
ahora descansando el asombro
en la quietud de la penumbra
el deseo en la seguridad de mi distancia.
-Debo irme ya, se ha hecho tarde- dirás a una hora indefinida
poniéndote el vestido
creyendo que te escucho.
Aromada de vendimias corporales
se extiende la cintura de tu cuerpo.
Los rojos de malvones recogen sus colores
Ya no están desnudas las náyades de octubre.
Largos perfumes de tarde y de verano
retornan a sus cunas de arena
junto con la luna, camino a Huanacache.
Mucho más tarde aun,
sobre nuestros cuerpos
de nuevo solitarios,
individuales
seguirán restallando,
removiéndose inquietos
agitados todavía
y aun encabriolados en deseos
los últimos látigos del fuego crepitando.
Medianoche.
Viernes diecinueve de diciembre
Impetuosa, el agua te corre por el cuerpo.
Afuera,
la luna asoma nuevamente
su cintura de fuego en Huanacache.
Por ella iluminada
pedís que deje de embriagarme con tu desnudez.
Que no te mire más, ni me de cuenta
ni que cuente otra vez las cinco pecas
que en el hombro izquierdo parecen saber
que tan pronto como pueda recorreré de nuevo tu cintura
con deseos de inventarla, perderme totalmente
en la suave geografía de tus pechos y tu espalda.
Tiemblan, iluminan tus minúsculos pezones
dos breves lunas de temores.
El agua refrescante te desborda una sonrisa
se derrama en longitudes líquidas
se ríen también las gotas sobre tu cara.
Es de noche, estoy de intruso, me reconozco
descalzo navegante nocturnal de tu piel desnuda.
Que de pirata he entrado para robarte los temores
un tanto bucanero y otro poco sin permiso
a beberme en bocanadas las sonrisas
el calor de tu cintura al abordarla.
Tensa en múltiples navíos, el arco de tu cadera
suelta velas marítimas cuando despierto belicoso
la quietud tropical embarcado en la entrepierna.
Sobre ella disparás frágiles dedos voluptuosos
en cordajes apasionadamente desatados.
Intentando despertar, insular, del sueño de naufragios
me pedís que me aleje
que desate los nudos marineros de mis brazos.
Que no te mire más, ni acaricie más, ni desee más
porque el fuego de la luna, nuevamente
te está incendiando, abrasadora, la cintura.
Que no te mire, ni acaricie, ni desee, ni que cuente
las cinco horas que se tardan las náyades de octubre
en transmutar en agua a las arenas de Lavalle.
Simulando que te dejo, que hago caso a tu pedido
me retiro a contemplarte desde no tan lejos.
Vuelvo hacia la torpe protección de nuestras ropas
a la distancia de los sueños
entre los radios más geométricos
que rodean el patio de mi casa.
Allí los tardíos azahares de jazmines, y aún más cálidos
los rojos de malvones endulzan todavía el aire tórrido
de este diciembre y su verano.
Pasa el tiempo
delicado
imperceptible.
Tenuemente emborrachada por las uvas
tan lejos como cerca hace un momento
embriagados por el vino de los cuerpos
fumás,
ahora descansando el asombro
en la quietud de la penumbra
el deseo en la seguridad de mi distancia.
-Debo irme ya, se ha hecho tarde- dirás a una hora indefinida
poniéndote el vestido
creyendo que te escucho.
Aromada de vendimias corporales
se extiende la cintura de tu cuerpo.
Los rojos de malvones recogen sus colores
Ya no están desnudas las náyades de octubre.
Largos perfumes de tarde y de verano
retornan a sus cunas de arena
junto con la luna, camino a Huanacache.
Mucho más tarde aun,
sobre nuestros cuerpos
de nuevo solitarios,
individuales
seguirán restallando,
removiéndose inquietos
agitados todavía
y aun encabriolados en deseos
los últimos látigos del fuego crepitando.
sábado, 19 de diciembre de 2009
Somnolientas luces de la Cuarta Este
http://3.bp.blogspot.com
Desprovistos de vergüenzas y rituales
nos hemos amado extensamente.
Nuestros cuerpos, con sus músculos en fatiga
parecen desarmadas armaduras medioevales.
-Hemos sido tan adolescentes- sonreís entredormida.
-Y eso a quién le importa, pero es cierto
te contesto entredespierto.
- Recién es un día mas.
- Ahá
- Apenas un verano dieciséis.
- Sí
- Qué caluroso mes que es diciembre...
-Naturalmente - agrego, sorprendido, afirmo
y preguntando a la conversación de monosílabos -
¿Sabés que hoy, en este preciso día
hemos dejado que nos abandonen
todas las valentías?.
-Y mañana quien sabrá si exista- reís
levantándote desnuda universal desde la cama,
dejando entre las sábanas, cosquillas acílobres,
esa sutil tibieza de mujer
que desde anoche te acompaña,
jugándote sonrisas de gioconda entre los labios.
Ausentes de palabras, convergentes de distancias
nos hemos dicho todo con las manos y los dedos
con las lenguas y los cuerpos, encendidas las miradas
y un almanaque envejecido
- ¿Te das cuenta? ¡ Hemos compartido un día entero!
Enteramente, hemos resumido las distancias
de los meses más antiguos, años, semanas, días.
El que termina ha sido generoso con nosotros
así es que ¡te doy gracias por esta mañana, madrugada!
por esta Mercedes D’al Francesco tan italiana
hoy reencarnada americana en Huanacache
al simplemente desnudarse de sus prisas más urbanas.
Eso le grito trastornado a las nocturnas luces
de la Cuarta Este que hace rato están durmiendo
esperando por mi parte despertar algún reloj sonámbulo.
Que me digan nomás que estoy borracho.
¡Pero si es cierto, quiero aceptarlo de buen grado!.
Tengo que agradecerle en estos vinos de ternuras
la beodez más importante a esta señora
hoy despertada adolescente
en un muy temprano mediodía,
la pasada media tarde, la reciente medianoche
y un posible hasta mañana,
en que habremos cambiado algo,
aunque más no sea durante un sólo día,
tan único e irrepetible las medidas
de aquellos medios que existían.
Han sido trasgredidas aquellas cantidades
tan sajonas y aburridas que regulaban
nuestros días precedentes que alguien seguramente
nos acusará a vos, por desacato a los relojes,
o tal vez a mí por no atarme el cordón de los zapatos.
Por lo que sea, qué nos importan los medios
o fracciones del ayer, si hoy entre ambos
entre ambos, amor mío, hemos sido plenos.
Eso es lo único que en medidas debemos contabilizar.
Ahora sí podremos despedirnos
decirnos sin temor, hasta mañana.
- ¿Será hasta mañana?
preguntará tontamente alguno de los dos.
A quién le importará saber esa distancia
cuando, con la boca pastosa por taninos
y deseos completados, alguien balbucee
instrascendentes cosas tales como
qué caluroso es este mes...
y el otro le conteste:
Es, que es diciembre...
y el otro le conteste:
Naturalmente...
Y ambos descubramos somnolientas
a las nocturnas luces de la Cuarta Este
que hace rato, también como los párpados
se nos están durmiendo.
...Naturalmente...
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Datos personales
- eltramonta
- Maestro por equivocación, jubilado de la docencia pero no de los aprendizajes, escribidor de textos y poesías, escapador cuando puedo de las alienaciones del System, prisionero de los afectos, esclavo de la honestidad, temeroso usuario de la palabra, contestatario cuando puedo y a veces quiero, especialmente vinófilo de los Rojos de Perdriel, salvo cuando "el agua brota pura y cristalina de la madre tierra", vividor consuetudinario y con suertes extraordinarias. Creo que todavía estoy vivo.En la primavera del 2.010 se me murió la poesía junto con unos cuantos pedacitos de corazón. Pero he vuelto, "cantando al sol como las cigarras", a sobrevivirme.
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