viernes, 25 de abril de 2008

que tan pájaros son tus pechos





Entonces, ¿no entendés

y creés que es un misterio lo que siento?

Soy yo, amor, quien lo pregunta .

¿De verás no entendés

qué es lo que yo siento?

Yo soy,

quien te ha estado queriendo

desde antes que temieras cercanía

y abundaras pretextando los contextos.

Por eso no importará

¡ jamás ¡

que tan flaco sea tu cuerpo.

Que tan pájaros son tus pechos.

Si solamente quiero…

si simplemente

pretendo desnudarte.

Pero vestirte

con mis palabras corporales.

Con mis versos llenarte

deseos en los labios.

Eso, solamente quiero.

Hacer con tu cintura

una eterna boca

de lagunas y dulzuras.

Cubrir con mis besos

tu horizonte de temores

y en pequeños poemas de ternura

escribir lo que me resta sobre tu cuerpo

con otra clase de palabras y de gestos.

Eso, solamente quiero.

Ya ves, no es ningún misterio

lo que pienso.




viernes, 11 de abril de 2008

Sucedió en Julio

Sucedió en julio.

Esta semana, para ser más preciso.

Cuanto te vi entre los puestos de flores de La Alameda, me enamoré de vos en un instante. Pero a mi corazón le provoqué un vuelco tan grande, que el músculo, sereno palpitante hasta ese entonces, se me cayó del pecho y huyó despavorido por la calle, preso de gran agitación.

A riesgo de morirme, aunque molesto por tan repentino capricho, salí tras él esquivando rosas, crisantemos y amapolas, claveles, transeúntes y floristas.

Conseguí alcanzarlo, poco antes que intentara ahogarse en una fuente para pájaros.

Allí, imperativo, lo detuve. Lo conminé a que volviera. Le exigí que retornara presto a su lugar de costumbre. Le expliqué que no por conocido, su latido me era prescindible. Y otras razones que me parecieron válidas, todas, totalmente lógicas.

Pero no hubo caso, se negaba a obedecer y yo, cansado de la dialéctica polémica, fui subiendo de tono y creo que hasta llegué a amenazarlo con algo, pues repentinamente salió como disparado hacia el centro, y, claro está, yo tras él.

Demás está decir que iba haciendo el ridículo, pues lo corría con mi mano derecha tratando de ocultar el hueco que había dejado en mi pecho, para que la gente no me preguntara porqué mi corazón me abandonaba, y menos aún de semejante manera.

Llegando a Garibaldi y San Martín, conseguí alcanzarlo, pero me eludió con sorprendente habilidad, se subió a uno de los semáforos cuya luz le guiñaba luces cómplices y desde allí, no casualmente, comenzó a increparme mientras se detenían los vehículos y sonaban atronadoras las bocinas de los conductores apresurados de siempre.

Una pequeña muchedumbre se juntó de inmediato, preguntando los de más atrás a los de más adelante

-¿Qué sucede, qué pasó, usted lo vio, cuándo y cómo empezó todo?. Los policías vigilantes del sentimiento, como siempre interrogaban

-¿De quién es ese corazón sospechosamente colorado que diatriba?

Algunos estúpidos abstractos se sumaron opinando

-¡Como siempre haciendo nada!

- ¡Puras manifestaciones, nadie quiere trabajar, imagínense, hasta los bobos hacen huelga en este mes!

- Ahá, añadió el policía complaciente: éstas, son cosas de temer!

- Ay, Paquita, que nos quedará por ver, agregó una viejita a su vecina, con los bolsos de las compras en la mano, al tiempo que resonaba claramente un

- ¡Mujeriego empedernidoo! - gritado por mi envalentonado corazón que me señalaba más rojo de bronca que por la costumbre.

- Me das malos tratos. Tomás vino. Escribís poesías... ¡amás en demasía y sin descanso!. Pretendés meter en mí todas las nostalgias de Anabel y de Mariela, de Gilda como de Silvia…y no sigo enumerando porque esta lista se sigue agrandando, y ahora encima hasta soñando con una inexistente Nahira. Euuu, che, nop, ya es demasiado, ya no estoy para estos trotes... ¡Qué se yo cuántas cosas más me dijo, si hasta terminó por acusarme de contubernio con la prosa y poligamia con las rosas!

Y la gente anónima creciendo en número, y yo mirando para otro lado, y ya llegaron de los diarios, el multimedio de las radios y hasta los bomberos voluntarios...

Debí haber imaginado que no resultaría común que un corazón se encaramase a un semáforo a despotricar contra su dueño, así es que cuando más de una vecina solterona y envidiosa de amapolas comenzó a solidarizar con él, mi corazón, a voz en cuore, me lanzó desde la esquina entusiasmado por tan inesperado como efectivo apoyo, su tremendo ultimátum.

-¡O yoo...! - me gritó con su voz temblorosa de actor aficionado - o vos y tus mujeres, el vino, las rosas y la prosa.

Es cierto. Interiormente me identifiqué con lo franca y decidida de su actitud subversiva. Pero no obstante, con la cabeza en alto y una sonrisa a flor de labios que en ese momento de euforia sé que él no entendería, me alejé sin contestarle camino de retorno a la Alameda, soñando nuevamente en rosas, crisantemos, amapolas y claveles, y esquivando transeúntes cada vez más apresurados.

A unas cuadras de distancia, poco antes de volver a encontrarte, me di vuelta y lo miré. Ya estaba sentado en el tierno regazo de una joven periodista, repitiendo su historia, mucho mas calmado, nuevamente enternecido, de nuevo rojo y palpitante, y tontamente enamorado otra vez, como yo me imaginaba.

Si te cuento todo esto, Muchacha de Julio, es porque desde ahora deberemos apretarnos juntos, muy juntos, para que pueda compartir tu corazón. El mío quizás retorne, nostalgioso, por la primavera. Mientras tanto, por favor, apretame fuerte. Muy fuerte. Mendoza es fría en julio, y yo estoy sin corazón.

miércoles, 2 de abril de 2008

Sólo vos te darás cuenta








CARTA PARA UN DOMINGO DE MAÑANA,

Y SU TARDE DE DISTANCIA

Veintitrés de marzo.

Puede que sea en la hora material de los relojes, las cinco y tantos minutos y eso, aproximadamente. Será redondeando, casi las seis de esta madrugada.

Vos dormirás todavía, en tu casa, allá en lo alto. ¿Estarás durmiendo todavía?

Asomado a mi patio de jazmines yo estaré esperando que salga el sol.

Sé que esto sí sucederá. Lo saludaré con mis dos manos levantadas, y entibiado por el fuego ahora antiguo de nuestras geografías, te escribiré esto que te estoy escribiendo.

He descubierto lo que vos estarás sabiendo enseguida,

cuando enseguida te despiertes.

Que me estoy despidiendo anticipadamente.

Y que es de sorpresa, aunque nunca será de espaldas.

He creído posible resumir con mis palabras en estas páginas que hasta ahora te he escrito, los apenas meses, estas escasas semanas, duplicadas por las tantas pocas horas que llevábamos juntos. Desde aquel primer encuentro en que nos descubrimos el fuego, hasta esta distancia del hoy, redescubierta por vos, al saber que cuando me besabas, el otro amor que tenés te circundaba el horizonte, limitándote la cintura.

Por aquel dejaré de perseguirte entre los sueños, el sueño de gaviotas libres que nosotros, al fin, tuvimos por un día, una semana, una cantidad de momentos que no quiero cuantificar.

He querido despedirme con el aire, porque vos ya elegiste, me parece, caminar con tus pies sobre la tierra.

Eso es, naturalmente lo normal para quien dudaba tener alas en vez de brazos, y creía no poder volar, como los pájaros.

No me quejo. Jamás podría en modo alguno

quejarme por tu forma de ser. Se balancea y equilibra con todo lo que quisiste compartirme.

Te digo pues, sinceramente, que no se quién fue más valiente a la hora de encontrarse con el otro. Esto es tontamente indefinido a pesar de lo perenne,

a pesar de las certezas.

Nosotros, creo yo, las únicas que tuvimos las hemos vivido tan intensamente.¡Y eso habrá importado !.

Por eso he pensado nuevamente en escribirte, aunque esta vez sea para el no-más, para el despedirme, y detener por este día, el vuelo de pájaros encendidos que tuvimos entre los dos.

Desandando la realidad, retorno a los misteriosos caminos que todavía no están escritos,

para devolverte la libertad que nunca perdiste,

y te escribo un poco más, nada más que para mantenerte de este modo, por unas pocas horas, en este absurdo correo electrónico, que, lo sé muy bien, tanto te molesta.


Te confieso que había creído posible mantenerme en vos todavía un poco más de ese más que hace unos días te decía, aunque más no fuera, aunque más no sea que nada más fuese, sino en el extremo de estas tantas palabras y palabras, para que con ellas pudieron viajar los principios de mis dedos, e imaginados por el aire, otro poco de mis besos.


Te doy las últimas gracias por leerme, como tantas otras veces te di las tantas gracias por todos los tantos tiempos que me diste, desde el antiguo Teotihuacán, hasta el verde de Urubamba, la melancólica Lisboa portuguesa, o en las calles invisibles de la Cuarta Este ¿Te acordás? Cuando me decías tus “te quiero” susurrando, para que nadie más que yo los escuchara, temerosa de palabras y vecinos, de cercanías y contextos. Aunque luego vinieran tus arrepentimientos por haberlas pronunciado.

Por si algún día nos volviéramos a encontrar, y tu mirada volviera a decirme lo que alguna vez me dijo cuando a vos te andaban mariposas por el vientre, y a mí los cóndores revoloteando por el pecho...

Por si volviera a haber, después de ayer, otro día más entre nosotros, ese día te bastará, ya lo habrás imaginado, que me dijeras, que simplemente sonrieras un ¡Hey, Tramonta!

Así nomás, sin nada más. Al escucharte, al mirarte a los ojos, profundo, y volver a sentir tu mano apretando la mía, yo sabré que habrás vuelto.

Que de nuevo estarás despertándome de mis sueños intranquilos, para decirme breve y totalmente, aquí estoy, he vuelto. Por este día no me iré jamás de tu costado.

¡Sucederá entonces!. Volverá a sucedernos. Se habrá vuelto a encender nuestra geografía. Volverán los recuerdos en alas de los pájaros,

y el amor y los fuegos, las maderas y el deseo.

Y eso importará.

Y nada más.










Datos personales

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Maestro por equivocación, jubilado de la docencia pero no de los aprendizajes, escribidor de textos y poesías, escapador cuando puedo de las alienaciones del System, prisionero de los afectos, esclavo de la honestidad, temeroso usuario de la palabra, contestatario cuando puedo y a veces quiero, especialmente vinófilo de los Rojos de Perdriel, salvo cuando "el agua brota pura y cristalina de la madre tierra", vividor consuetudinario y con suertes extraordinarias. Creo que todavía estoy vivo.En la primavera del 2.010 se me murió la poesía junto con unos cuantos pedacitos de corazón. Pero he vuelto, "cantando al sol como las cigarras", a sobrevivirme.

Así como soy

Así como soy